Me acosté sin desvestirme es muy tarde otra vez, la madrugada del lunes, cuatro y treinta a cinco de la mañana. Tomé su reloj, lo miré muchísimo rato, tenía su aroma aun, mientras jugaba con el me percaté de que todos los recovecos de la correa tenían sangre seca, cuando la movía caían en mis sabanas blancas como un polvito de este y me largue a llorar, lo apreté fuerte con ambas manos y lo aferré a mi pecho pensando demasiado en él, no sé, me quedé dormida pidiéndole a mi ser Yo que en sueños me diera luz, mucha luz, lo repetí infinidad de veces hasta ya no más.
Un lugar lúgubre de ambiente espeso, no hay hora ni edad la sensación de estar allí es la de un juez testigo de lo que estaba pasando en aquel lugar. Yo junto a otros 2 0 3 más que también opinan, aunque en silencio sin pronunciar palabra alguna nos escuchamos todo como en conferencia de pensares, hablamos unos con otros y comentamos su vida en plenitud, a medida que lo desvisten y lo preparan para la sumersión en una piscina de aguas transparentes en ella una luz interior que no se puede ver de donde proviene es de una atracción exquisita que me detiene a mirar.
Me sorprende el verdugo, un hombre encapuchado vestido de negro, trato de ver su rostro, él se oculta muy bien, presiento que es un hombre por su voz de mando que en esta conferencia de pensares me dice que tome atención en mi deber y no en el de él, también me dijo que ya llegaría mi hora de ir a la luz, retomé mi conversación con mis compañeras, recordé muchos momentos de su vida, sus pasares, sus anhelos, sus logros, recordando otros tantos momentos con sus amigos como tantos amores y mujeres que tuvo, millones de cosas que sólo nosotros sabemos ahora, en el plano que me encuentro aquí.
Juzgué por un rato más junto a ellos, su refrescante espíritu y su arriesgada vida terrenal.
Una vez listo, desvestido y juzgado, el encapuchado lo toma por debajo de sus brazos con una fuerza talvez especial dando la idea como que no pesara mucho, como quien toma una almohada, su gran físico ahora parecía no tener importancia ni peso, lo introdujo erguido, sumergiéndolo a la piscina se dirigía directo a la luz, como quien va a un imán despacio, me dio la idea que el sabia lo que ocurría perfectamente, el con sus ojos abiertos se despidió de mi con una mirada muy dulce que aun late dentro de mi, sus ojos bajo el agua parecían color miel, su pelo ondulaba bajo el agua, su piel más blanca que nunca dirigiase a la luz muy placentero, cuando ya casi lo perdía de vista, cerré mis ojos, su sonrisa en mis recuerdos estaba presente en todo lo que yo pensé en ese instante, comencé a llorar, los volví abrir y él ya no estaba, el verdugo caminaba en sentido contrario a nosotros perdiéndose en la nubosidad de la oscuridad del lugar, vi la luz rápidamente y ya no se veía nada de nada, sólo la luz que empezó a descender en un espacio infinito, sin fin alguno dentro del agua, muy despacio como la tristeza de mi corazón de aquella tan gran perdida, arrodillada a un costado de la piscina el lugar se hacía cada vez mas oscuro sin poder ver nada, al quedar completamente a oscuras me asusté mucho, tanto así que desperté.
Me había quedado dormida con la luz prendida, el reloj estaba bajo mi yo de boca en mi cama, recordaba solamente el agua y sus ojos mirándome, apagué la luz y cerré los míos con el reloj en mis manos.
Creí amarlo, pero era un real amigo, creí amarlo, un padre en momentos de vida angustiosa, si… es amor, pero ese amor grande por el cual no se compara, no se olvida ni se pierde, sólo se ama, se disfruta, se recuerda y simplemente se sigue amando.
12 Enero 1998
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